Es algo habitual en todas las ciudades y todos los veranos, lo cual parece lógico si se tiene en cuenta la cierta ralentización de la actividad durante la época estival, como consecuencia del disfrute de vacaciones de muchas familias que o bien se marchan a la costa o la montaña, o cotidianamente se desplazan a la orilla del mar para disfrutar de las bondades del sol y de los baños...
Por eso, ya digo, es algo habitual esto de las obras veraniegas, aunque este año, como remedio coyuntural para la crísis y gracias al llamado plan "E" y otras medidas parecidas, lo de las zanjas, calles cortadas, capas de asfalto, agujeros para colocar conducciones de luz, agua, gas, teléfono y otras por el estilo, la cosa se ha puesto cruda y en todas partes tiene uno que ir sorteando cambios de dirección o montones de grava, ladrillos, sacos de cemento y demás materiales de construcción para no verse metido en un lío.
Claro que si esto sirve para mejorar las infraestructuras y los servicios de las ciudades y, encima, proporciona - aunque sea temporalmente - puestos de trabajo, salarios y disminuye las alarmantes cifras del paro, naturalmente habrá que darlo por bien venido y desear que, cuando llegue el otoño, estas molestias pasajeras se hayan convertido en una mejor dotación para las poblaciones - ¿acaso no son todas? - donde el verano se ha vestido de albañil...
Ya digo, algo habitual, aunque este año el incremento está siendo verdaderamente evidente.
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