Con afecto, para José Luís Garrido.
Mi compañero y amigo José Luís Garrido Bustamante, gran profesional del periodismo sevillano, en su Blog ha dedicado en los últimos días sendos comentarios a los tradicionales Pregones callejeros que, durante años, se pudieron escuchar por las calles de Sevilla y que, sin duda, constituían todo un tratado publicitario que invitaba a quienes los escuchábamos a salir al encuentro del vendedor ambulante para adquirir su mercancía, especialmente en el caso de los niños aquellas "palomitas cordobesas, que ricas y que buenas" o también las "arropías" que tanto nos gustaban...
Ya digo, una delicia de comentarios que me han movido, en este tiempo veraniego, a dedicar este post a los Pregones que en Jerez se escuchaban por sus calles, algunos oídos, "en vivo y en directo" - como diría ahora cualquier comentarista de los medios audiovisuales - otros, como suele ocurrir con las tradiciones, recibidos de forma oral de algunos amigos o conocidos mayores que si los pudieron disfrutar por nuestras calles y plazas.
Y es que en todas partes y en especial en nuestra tierra, esta forma de anunciar una mercancía o producto fué costumbre habitual que, por desgracia, con el paso del tiempo se ha ido perdiendo para no volver, aunque tan solo haya transcurrido poco más de cincuenta años desde que todavía discurrieran por la ciudad, los lateros - o lañadores - que arreglaban lebrillos, barreños y baños de metal, los escardadores de lana o el velonero con sus célebres velones de Lucena.
Todavía, sin duda, permanecen vivos en la memoria aquellos pregones como "Chinas y cañadú, las llevo", del vendedor de naranjas, "Búcaros finos de la Rambla", que anunciaba aquel vendedor junto a su borriquillo cargado de botijos, cántaros y demás cacharros de barro, el grito del "Pescaero" que ofrecía por las casas sus sardinas, boquerones, acedías de Sanlúcar y otros frutos de la mar recién pescados, de forma ambulante aunque esta práctica estuviera prohibida, el del "Botellero" que recogía envases vacíos, abonando una perra gorda por ellos o aquel otro del vendedor de pescado que se anunciaba de tan original manera: "¡ niña, de la bahía de Trebujena! , que recordara en su día Juan de la Plata en un delicioso artículo sobre este mismo asunto en las páginas de "Diario de Jerez", mostrando su lógica extrañeza por lo "de la bahía de Trebujena", donde que se sepa el único agua que discurre es la del río Guadalquivir...
Entañables, emotivos, estos anuncios callejeros que se podían escuchar hace ya bastantes años y que con el paso del tiempo, la llegada ¿del progreso?, las prisas y el mar-ke-tín, como diría el castizo, han pasado a ese rincón de la memoria en que suelen conservarse - como un tesoro - todas aquellas cosas valiosas que forman parte inseparable de nuestra vida.
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