Naturalmente, según quién cuente la fiesta, los motivos para celebrar el Día de Andalucía, este 28 de febrero, serán magníficos, indudables, grandiosos, en versión de los optimistas conpulsivos y desde luego de la propaganda, o resultarán ínfimos, mas bien dudosos, apenas perceptibles para aquellos otros, mas cercanos a la realidad desde luego, que consideran que tan poco es para ponerse a tirar cohetes de júbilo llegada esta jornada conmemorativa de nuestra Autonomía...
Y es que ciertamente y en las últimas décadas, Andalucía ha experimentado una evidente transformación en no pocos aspectos y ha logrado acortar la distancia casi sideral que la separaba de la mayoría de las comunidades españolas y no digamos de Europa, pero tampoco podemos ignorar, al hablar de este asunto, que todavía no son pocas las carencias que padecemos y los vicios que nos han llevado a estar aún en el furgón de cola en esa legítima aspiración de un desarrollo que nos coloque, de una vez por todas, entre los territorios más prósperos, ilustrados, democráticos,, solidarios y avanzados del viejo continente, para lo cual queda desde luego un largo trecho por recorrer.
Pero como es mejor contemplar la botella medio llena que medio vacía, como la esperanza es lo último que se pierde, aprovechemos este día de nuestra proclamación autonómica, este aniversario para confiar en que pronto se encontrará la solución para nuestros endémicos males y por tanto para que Andalucía sea lo que por historia, patrimonio cultural y capacidad de sus habitantes le corresponde, ya que con ello todos saldremos ganando.
Que así sea. Y feliz día.