Con el paso de los años, aquel júbilo gozoso de la celebración del día de Andalucía que duda cabe que se ha sosegado bastante no ya por el inevitable efecto del dicurrir del tiempo, que amortigua penas y alegrías, sino por el hecho de que esta tierra nuestra sigue ocupando uno de los últimos lugares en el contexto de las regiones europeas y en no pocos aspectos que inciden directamente en el progreso y el bienestar de sus habitantes...
Claro está que de la Andalucía de pandereta y tópico auspiciada por un régimen en el que interesaba más el chiste, el cante y la "grasia" que el rigor y la exigencia del pensamiento a esta de hoy día media un evidente avance que sería injusto no reconocer, pero aún así todavía nos queda un largo, difícil y duro camino por recorrer para situarnos en el lugar que por historia, cultura y justicia nos corresponde, dentro de nuestras fronteras y también en el concierto internacional, aunque uno tiene sus dudas de que finalmente podamos lograrlo, sobre todo comprobando como se privilegia por razones políticas y electoralistas a otras Comunidades sobre esta tierra.
Por eso cada 28 de febrero, día de la fiesta de los andaluces, vuelve a preguntarse si verdaderamente existen motivos para la celebración, si los habitantes de nuestra Comunidad tienen conciencia clara de todas las carencias de su tierra y si alguna vez "la bandera blanca y verde...volverá a decir Paz y Esperanza, bajo el sol de nuestra tierra...para que los Andaluces volvamos a ser lo que fuimos...hombres de luz que a los hombres alma de hombres les dimos...", como canta nuestro himno.
Con ese espíritu, felicidades Andaluces...
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