Según todos los indicios, declaraciones, síntomas y realidades que nos salen al paso, desde hace unos meses, el que llega dentro de unos días puede ser, en toda regla, un Otoño caliente, y no precisamente por la beligerancia de algún colectivo - ¡ojalá que así sea! - sino por la situación que padece nuestra economía, que amenaza seriamente la estabilidad del mercado laboral, con dos millones y medio de parados en este momento, y por supuesto la aparente solidez de nuestras empresas que, con la crisis del sector de la Construcción, comenzó a tambalearse hace ya algún tiempo...
Se esperaba entonces que se adoptaran medidas y que los Sindicatos, teóricos adalides de los que se ganan el pan con el sudor de su frente, enarbolaran con decisión la bandera de la defensa de sus derechos y exigieran políticas económicas y sociales que sirvieran de dique de contención a la crisis, pero además de la callada por respuesta de aquellos, aparte retóricas declaraciones o decretos y órdenes que, hasta el momento, se han demostrado muy poco eficaces nada más se hizo y día tras día, semana tras semana, mes tras mes, nos hemos ido metiendo en un pozo del que, seguro, costará bastante esfuerzo salir y del que pueden ser testigos excepcionales todos aquellos que han perdido ya su puesto de trabajo, las empresas que han presentado expediente de regulación de empleo o suspensión de pagos y quienes piensan seriamente, ante la insuperable dificultad de cumplir con sus compromisos, seguir un idéntico camino en breve.
Está claro que existen determinados factores externos que se constituyen en causa fundamental de lo que nos está pasando, pero evidentemente también lo es el no actuar con determinación, el hablar fuera de lugar - algún responsable político debiera ser más comedido en sus declaraciones, que transmiten incertidumbre y confusión - y el vender la burra del compromiso social que suena, en esto de la economía, al célebre estribillo de "antes muerta, que sencilla", que cantaba la atragantable niña ante las cámaras de Televisión andaluzas...
Con todos estos ingredientes, con las perspectivas de la economía global, con el creciente pesimismo que nos invade en este asunto, proceloso otoño el que se nos viene encima.
¿O no?
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