Nunca ha entendido uno muy bien, a pesar de la mayor disponibilidad de tiempo en esta época, que un buen número de españoles dediquen parte de su ocio veraniego a hacer ejercicio, especialmente caminar, o a la lectura, según confiesan públicamente y se refleja en las páginas de los medios impresos cuando de encuestar o entrevistar sobre la actividad de cada jornada de las vacaciones se trata...
Y es que eso de caminar y hacer ejercicio no es solo conveniente sino necesario, como lo es igualmente, para cultivar el propio espíritu, tomar un libro entre las manos y adentrarse en la lectura de sus páginas que, según la materia elegida, nos llevarán a través de un universo de imágenes literarias que sin duda contribuirán decisivamente a incrementar nuestros conocimientos y con ello, nuestra cultura...
Lo que no se comprende muy bien es que ambas cosas, ejercicio físico y ejercicio intelectual, no se practique de forma habitual, sea verano o invierno, primavera u otoño, pues ninguna de ellas, piensa quién esto escribe, es incompatible con cualquiera de las estaciones del año, aunque en verano por aquello de las vacaciones se disponga de mayor porcentaje de tiempo libre que naturalmente nos facilita el poderlas disfrutar.
Pero reducir el cultivo del espíritu o del cuerpo a los meses de verano parece una costumbre un tanto inexplicable como no sea que se trate de uno de esos vicios ancestrales de los españoles de los que ya se dijo una vez - con poca imaginación y fortuna, por cierto - "que somos diferentes".
¿Lo somos tanto, de verdad?
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