Todavía existe en nuestro país la censurable costumbre del "vuelva usted mañana", especialmente en ciertas depedencias administrativas oficiales, sean de ámbito estatal, autonómico, provincial o local, a pesar del esfuerzo - es justo reconocerlo - de muchos responsables de las mismas por acabar con esta auténtica plaga española a la que se han dedicado páginas y páginas de nuestra literatura, incluso películas y desde luego obras teatrales para denunciar un problema que a todos nos afecta y con el que, por lo visto y hasta la fecha, parece que no es posible acabar...
Y especialmente, en las vísperas del período vacacional por excelencia - el mágico mes de Agosto - esta hispánica costumbre se acrecienta en no pocas dependencias a las que el ciudadano debe acudir para solucionar determinados trámites, para solicitar algún tipo de documento, para requerir contestación a sus solicitudes y formularios, encontrándose en un buén número de casos con el consabido parapeto antes aludido, que no solo desespera y desalienta sino ante el que uno se siente impotente, incomprendido y maltratado.
Pero, erre que erre, un año y otro, ciertos funcionarios públicos, cuya actitud debería ser denunciada por quienes tengan que soportarlos y sufrirlos, siguen empeñados en mantener la fama de la que vienen gozando, más que justificadamente, desde los tiempos mas añejos, causando con ello un daño irreparable al concepto de eficacia, trasparencia y diligencia de nuestra Administración, desde luego a sus propios compañeros y por supuesto a la credibilidad del conjunto de los ciudadanos...
Merecerían estos ineficaces individuos/as, además de ser señalados por el dedo acusador de quienes se vean sometidos a sus desmanes, que al ir ellos mismos a realizar alguna gestión administrativa, por ejemplo, a formalizar sus vacaciones de verano, alguien con superior jerarquía les espetara, en pleno rostro, su frase predilecta: "vuelva usted mañana", instándoles a ponerse en cola y aguardar su turno para mejor ocasión...
2 comentarios:
Lleva usted, Don Andrés, más razón que un santo. Yo soy empleado público, y en mi anterior destino trataba directamente con el público, concretamente con personas que necesitaban un papel urgentemente para sus negocios. No puedo dar más datos para no señalar a nadie.
Yo intentaba hacérselo en el menor tiempo posible, y si por las causas que fuere, no se pudiera, por lo menos darle una explicación satisfactoria.
Mi máxima era que el ciudadano por lo menos se fuera contento y con la sensación de que le habían ayudado. Yo tenía un truco. Cuando no le podía solucionar el problema por lo que fuera, le pedía su número de teléfono, y en cuánto se le solucionaba, le llamaba. Eso le agradaba mucho a la gente. Pero claro, tenía un compañero que no pensaba como yo. Teníamos continúas broncas. El entraba a las ocho y salía a las tres. Y punto. Y el que tenga que esperar que espere. Vuelva usted mañana o llame usted mañana era lo suyo.
¿Qué pasaba? Que al final, con el tiempo, todo el mundo llamaba a mi trabajo, preguntando directamente por Alfonso, que acababa tragándose mi trabajo y el de mi compañero. Eso sí, al final, cobrábamos igual.
Mi compañero me miraba diciendo 'que gilipollas eres, ahí pringao y yo aquí jugando al solitario', y a veces tenía la sensación de que hacía el gilipollas. Pero, por la noche, cuando me acostaba, lo hacía con la conciencia tranquila. Y eso no está pagado con ningún oro del mundo.
P.D. En España, somos muy dados a protestar en la barra de un bar, y no hacerlo donde debemos. Cuando no estemos conforme con el servicio de alguien, se escribe una carta al jefe de departamento de ese sitio, con copia, se registra y surte efecto. Si en un plazo prudente, no contestan, que sí suelen hacerlo, carta al Defensor del Pueblo correspondiente. Le puedo asegurar que una carta del defensor que le llegue a una unidad administrativa pidiendo información sobre cualquier acto, hace temblar a cualquier funcionario.
Gracias Alfonso por su comentario y por su testimonio. Efectivamente pienso, como usted, que ya va siendo hora que en España nos acostumbremos a ejercer la defensa de nuestros derechos recurriendo a cuantas instancias sean precisas para que no se nos trate como a ciudadanos de segunda.
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