Es habitual que con la constitución de un nuevo Gobierno se modifique la denominación de algunos Ministerios, como lo es también que lo mismo suceda con la composición de los Gobiernos autonómicos y, ya puestos, que en determinadas actuaciones de ministerios o consejerías, de Ayuntamientos o Diputaciones la primera medida adoptada, o desde luego de las primeras, sea la de cambiar el nombre de ciertos organismos y dependencias, lo cual no dudamos que sea necesario e incluso pueda, a la postre, resultar útil, pero siempre nos ha quedado la duda si eficaz y, por supuesto, la pregunta de que ¿quién o que empresa será la encargada de colocar los rótulos...?
Y es que en esto, en el cambio de logotipos, letreros indicadores y placas en las puertas de los edificios se nos va una auténtica fortuna que tal vez podría emplearse en otras actividades más perentorias y necesarias para el conjunto de los ciudadanos y para el mejor funcionamiento del país o de la Comunidad autónoma de que se trate.
Pero por lo visto, en cualquier lugar de España, esto no es así y tenemos una necesidad - ¿podríamos decir manía? - compulsiva de cambiar nombres y hasta apellidos, siempre y cuando ello se traduzca en la sustitución de los viejos rótulos por otros nuevos, de vistosos colores, mientras por ejemplo, en las Urgencias de los hospitales se hacinan los enfermos y las camas por los pasillos, sin el menor miramiento y respeto por los pacientes.
Pero lo importante es modificar los nombres que eso puede contribuir a dar la sensación de que se abre una nueva etapa con gran proyección y expectativas de futuro... y a engrosar la cuenta corriente de los fabricantes de los mencionados rotulitos que, seguro, estarán de enhorabuena cada vez que se produce un cambio como el que aquí comentamos.
¿O acaso no es para congratularse...?
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