Un brindis poco oportuno...

En la actividad empresarial y de manera muy concreta en el mundo de la gastronomía, se aplica el principio del sobre precio para algunos productos, como constatación de su superior calidad, lo que es generalmente aceptado y, en muchos casos, especialmente apreciado por los consumidores que buscan este tipo de productos - alimentos, bebidas, marcas, etc. - para deleitarse degustándolos y asombrar a su círculo íntimo con la descripción del sabor de tal o cual cosa cuyo mayor mérito se encuentra, desde luego, en el alto precio de venta al escaso público con suficiente capacidad adquisitiva para poderlo catar...

Pero esto, ya digo, es normalmente aceptado y por eso, en no pocos casos, determinados productos utilizan como mejor estrategia de marketing, para su penetración en el mercado, la de autocalificarse como los más caros en su gama, convirtiéndose de este modo en toda una tentación para cuantos solo son capaces de considerar un artículo por su alto precio y no por cualquier otra consideración de calidad.

Desde luego que la elección de una estrategia comercial corresponde a la empresa o al empresario que la decide, siendo por supuesto totalmente legítima tal política, pués ya se encargará el propio mercado de poner las cosas en su sitio si, finalmente, el producto ofertado no responde a las expectativas creadas entre los consumidores.

Claro que lo que ya no parece tan normal y oportuno es que, en estos tiempos de crísis, aprovechando un evento en torno al mundo del vino, celebrado en Jerez, con indudable repercusión mediática, los representantes de la Ciudad se ufanen de brindar con un vino de ¡nada menos! que 21.000 euros de costo por botella, - que desde luego debe estar buenísimo - mientras se está abonando a los trabajadores municipales ochocientos euros, a cuenta de su salario, por carecer la tesorería municipal de recursos suficientes para pagar - como sería normal y legal - el sueldo completo de dichos empleados...

Perece, desde luego, un brindis poco oportuno...