Después de no pocas convocatorias, declaraciones, ofertas y contra ofertas, prórrogas de los plazos, veladas amenazas - de una y otra parte - parece que los llamados interlocutores sociales no han podido o sabido ponerse de acuerdo y se han levantado de la mesa sin encontrar soluciones para la necesaria e inaplazable - así nos lo dicen, mas bien nos lo urgen, desde distintas instancias internacionales - reforma del mercado laboral, en el que contratos, condiciones para el despido, salarios, jornada, jubilaciones y otros aspectos que regulan la relación empresa-trabajador, deberán ser contemplados, si de verdad se quiere cambiar la actual situación de paro que padece España y por consiguiente se propicia la creación de empleo... y se disminuye el gasto del Estado por conceptos como el subsidio de paro.
Y al no ser posible el acuerdo, el pacto entre los representantes de la patronal y los Sindicatos, no queda otro remedio que establecer un nuevo marco de relaciones laborales mediante un Decreto del Gobierno, lo que anticipa -seguro - rechazo de ambas partes y situaciones conflictivas en las próximas semanas, hasta que - como ha pasado otras veces - las aguas del esto es lo que hay vuelvan a su cauce.
Tal vez esta sea la conclusión lógica a la que lleva siempre la demora en actuar, el no querer ejercer las responsabilidades para evitar que otros se molesten, la presión poco racional de las organizaciones sindicales en sus exigencias de mejoras sociales, la defensa numantina de sus beneficios por parte de las entidades en las que se agrupan las empresas, la inhibición culpable de la sociedad civil que no ejerce su papel responsable cuando el país demanda que una voz colectiva se alce exigiendo cordura y sensatez...
Vamos, que como no ocurra un milagro - ¿creerán los laicistas en ellos? - Pacto, es decir, acuerdo, no tendremos pero si nos impondrán un decretazo cuyo verdadero alcance podremos ver en los próximos meses.
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