El llamado Domingo de Pasión toda ciudad que se precie por la entidad de su Semana Santa - y en esto la mayoría de las capitales y grandes ciudades andaluzas tienen sin duda algo que decir -suele celebrar el Pregón anunciador de su conmemoración pasional que, desde hace ya muchos años, se ha convertido en toda una obligada referencia para el denominado "mundo cofrade", es decir por el que aglutina a las personas que, de una manera o de otra, están vinculadas a las Hermandades y Cofradías de cada población y, en general a cuantos se interesan o viven tales manifestaciones devocionales durante los considerados - por muchos - días santos...
El Pregón, una pieza oratoria singular, con su estética y su sonido peculiares que conmueve y a veces hasta emociona a cuantos lo escuchan y se sienten identificados con todo o parte del contenido de cada orador encargado de pronunciarlo. Un discurso, que nació como exaltación de carácter civil, precisamente para promocionar y proyectar la belleza de la Semana Santa de cada ciudad, como reclamo turístico, y al que se han ido añadiendo, con el paso de los años, otros aditamentos orales que tratan de transmitir un mensaje religioso sobre la conmemoración pasional, que se adentran, a veces, en mensajes de marcado compromiso social, que incluso se articulan como una llamada de atención a las conciencias de los cofrades y de los que no lo son, cuando en realidad su origen fué tan solo el de glosar, de la manera más barroca y lírica posible, las maravillas que cada cofrade cree ver en su Semana Santa, es decir, la de la ciudad en la que vive o ha nacido.
Y la evolución es hasta lógica cuando a esta llamada, que de eso tiene mucho cada Pregón, se han incorporado los que siendo cofrades no son oradores o no están dotados para crear un texto que sea capaz de transmitir vivencias y sensaciones a quién lo escucha, pronunciado en alta voz, aunque ello no disminuye en modo alguno la extraordinaria proyección social de esta convocatoria anual, el interés que suscita siempre y el papel relevante que otorga a quien es el encargado de pronunciarlo que, a partir de ese momento, es ya considerado un personaje...
Tal vez, como en el caso de los toreros, por tener el valor - ¿atrevimiento podríamos decir? - de subirse a un escenario para hablarle al llamado - repito - mundo cofrade.
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