Ni se han podido borrar, ni se borrarán, de la memoria colectiva de la sociedad española; de la gente de bien, aquellas cuarenta y ocho horas del mes de Julio de hace diez años, cuando la banda criminal ETA asesinó al concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Ermua, Miguel Ángel Blanco, segando una jóven vida de tan solo veintinueve años al no plegarse el Gobierno al ultimatum dado por los terroristas para que, en el plazo de cuarenta y ocho horas, los presos etarras fueran trasladados a cárceles del País Vasco...
No se ha podido borrar, del corazón de los españoles, la pesadilla vivida durante aquellas terribles horas en las que aún se albergaba la ténue esperanza de que, finalmente, ETA no cumpliera su amenaza y Miguel Ángel Blanco fuera liberado de su secuestro y es que su vil asesinato permanece en nuestra memoria pues dificilmente se podrá encontrar en la vida de nuestro país mayor ignominia que la que hoy recordamos, llevada a cabo con absoluto desprecio al sentir de todo un pueblo.
Tal vez, en esa misma línea de conducta inadmisible, el asesinato en Sevilla del también Concejal del PP, Alberto Jiménez Becerril y de su esposa, Asunción, cuando regresaban a casa donde les esperaban sus hijos, es el otro ejemplo que se nos viene a la memoria en este triste aniversario para completar ese círculo maldito de muerte y destrucción que la banda terrorista ETA encarna.
Y no está de más, en esta hora, cuando en no pocos surge la duda inexplicable de si deben o no proseguir los contactos con la Banda vasca a la búsqueda de lo que ha dado en llamarse proceso de paz, recordar a Miguel Ángel Blanco, y a cuantos con él han sido asesinados como argumento para que unos terroristas impongan a toda la sociedad española, por la fuerza de las armas, su ideal político.
No hay comentarios:
Publicar un comentario