Nuestras calles son un verdadero muestrario de los excrementos que van dejando los perros, hayan sido habilitados por los respectivos Ayuntamientos los denominados "pipi-can" o no, no por culpa de los animales, que es preciso recordar son irracionales sino por el incivismo del que hacen gala sus dueños, que sin consideración a las demás personas, al buen nombre de su ciudad y a las más elementales reglas de la convivencia no se preocupan de recogerlos y depositarlos en un contendor o una papelera.
Por eso, ante semejante muestra de dejadez, de menosprecio a la limpieza y el decoro de calles y plazas, uno debe ir mirando por donde camina, para evitar pisar una de estas muestras del intolerable comportamiento de algunos que se precian de ciudadanos.
Y ante esta situación bastante más generalizada de lo que parece, ¿hacen algo las autoridades municipales de una y otra ciudad? ¿Toman alguna medida para erradicar esta auténtica lacra que todas nuestras poblaciones padecen en mayor o menor medida?
Esto, naturalmente, es el reflejo de una educación que se preocupa poco de inculcar desde la niñez determinados valores, actitudes y comportamientos que, llevados a la práctica, harían posible una mayor y mejor convivencia, pero así estamos y así comprobamos como el amor por los animales del que muchos suelen hacer gala no se corresponde, en absoluto, con la limpieza y hasta con el buén gusto.
¡ Una lástima...!
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