martes, junio 05, 2007

El cambio es bueno.

Hay quienes, tal vez por esperar otros resultados, están estos días post electorales un tanto cabizbajos al comprobar que en su ciudad la fuerza política a la que nunca habrían apoyado e incluso coaligada con otra de similar perfil será, finalmente, aquella que en los próximos cuatro años asumirá el gobierno municipal y, por tanto, la aplicación de sus postulados y criterios en todo lo concerniente a la vida ciudadana...
Y esto, aún siendo lógico y humano, no deja de ser ciertamente paradójico ya que precisamente la esencia de la democracia radica en la posibilidad de la alternancia de los partidos y en la sustitución de unas fuerzas políticas por otras, según los votantes estimen que unos podrían ofrecer un gobierno más eficaz que otros, que algunos llevan ya demasiado tiempo en el poder o que la gestión de quién estaba hasta la fecha, al frente del Consistorio, ofrecía más sombras que luces o apreciables irregularidades, favoritismos y abusos que en un régimen de libertades y trasparencia - fundamentos que deben caracterizar la democracia - no son tolerables de ningún modo.
Así es que nada de tribulación y pesar pues el cambio en este caso ni es malo, ni tiene que serlo, es más, resulta siempre positivo y esperanzador y si acaso, en el plazo otorgado para el ejercicio del poder, no se cumplen las expectativas, para eso seremos convocados a las urnas en plazo cierto y nuestro voto podrá volver a poner las cosas en su sitio.
Claro que cuando se ha estado tantos años bajo el mismo patrón cuesta trabajo acostumbrarse a estas nuevas situaciones que, a pesar de los treinta años transcurridos desde el inicio de la transición, todavía a muchos les perecen nuevas y en ello se basa su desconfianza.
Por ahí podría ir aquello de atado y bien atado, ¿no?

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