Con un clima algo impropio de estas latitudes - nubes, lluvia, viento, temperaturas no muy altas - alcanzamos el denominado solsticio de verano, época en que tradicionalmente se inician las vacaciones estivales y en todo el conjunto de actividades se abre un paréntesis - más o menos amplio - para reponer fuerzas, revisar lo que se ha venido haciendo durante al año y preparar profesional o personalmente lo que pretendemos llevar a cabo en el último cuatrimestre del año, ya que finalizado Agosto el calendario - ¿o somo nosotros? - inicia una desenfrenada carrera hacia las doce campanadas con las que el año se despide o comienza, según se quiera ver...
Es decir, que con el verano todo parece ralentizarse y especialmente la actividad de las instituciones especialmente cuando, como este año, se acaban de constituir las Corporaciones, conformar los equipos de trabajo, lo que añade un plus a la necesidad de establecer un compás de espera, antes de acometer proyectos pendientes o anunciar nuevas iniciativas, en beneficio de las ciudades y sus habitantes.
Naturalmente que al descanso todos tenemos derecho, además de que en beneficio de la propia salud es preciso concederse una pausa que permita reponer fuerzas, físicas e intelectuales, pero sin que ello lleve, como en más de un caso, a paralizar por completo lo que habitualmente se viene desarrollando a lo largo del año, especialmente cuando se trata de un compromiso adquirido con los electores.
Por eso, aceptemos la obligada pausa del verano, que nuestros políticos disfruten de sus vacaciones, más o menos merecidas, pero sin olvidar sus responsabilidades y ese conjunto de iniciativas y actividades que no admiten demoras ni paralizaciones durante un cierto tiempo.
Y mientras tanto, en este tiempo, disfrutemos de un hermoso paisaje, de un buen libro y de la buena música...
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