De unos años a esta parte, como aspecto positivo de la madurez de nuestra sociedad, cabría resaltar sin duda el afán de un buen número de personas, de toda clase y condición, para implicarse en la práctica de actividades solidarias en favor de sus semejantes no solo en lo que se refiere a tantas necesidades y problemas que padecemos en España sino proyectándose a otros países en los que las enfermedades, el hambre, las guerras o la injusta distribución de la riqueza están causando miles de víctimas inocentes, especialmente niños y ancianos...
La solidaridad, gracias a Dios, ha venido para arraigarse como un valor al alza entre muchos, muchísimos compatriotas nuestros que con la mejor voluntad prestan su ayuda, su tiempo y hasta su dinero en instituciones como Cáritas o Cruz Roja, Médicos sin Frontera o Manos Unidas, amén de implicarse también en la ayuda a enfermos de SIDA, a colectivos marginales de nuestro entorno como emigrantes o chabolistas, familiares de pacientes de enfermedades raras o por desgracia hoy día bastante habituales como el cáncer en los niños, el Parkinson o el Alzheimer por mencionar tan solo algunas de las mas conocidas.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el compromiso solidario es una de las notas características de la sociedad española de nuestro tiempo y a quienes lo asumen es necesario no solo apoyarles sino aplaudirles por su abnegada entrega en favor de los demás a los que de esa forma altruista tratan de ayudar lo mejor que saben en la búsqueda de un mundo mas justo y mas humano...
Sea para ellos, para todos ellos, el comentario de hoy.
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