lunes, abril 02, 2012

La Túnica está planchada...

Es costumbre, rito y ceremonia que cada año, por estas fechas, se repite en centenares de hogares andaluces, que es lo que a nosotros particularmente nos interesa, aunque la estampa se produzca, a lo largo y ancho de la geografía española, especialmente en todas aquellas capitales, ciudades y pueblos donde alguna procesión recorre calles y plazas de su urbana geografía, dando público culto a imágenes veneradas, en no pocos casos, durante siglos...

Ya digo, rito, ceremonia o costumbre que tiene por escenario la intimidad de tantos hogares donde manos femeninas, de esposas, madres o abuelas, tras recuperarla del arcón, del altillo, del ropero donde han permanecido guardadas durante todo un año, tras limpiarle las manchas de cera, tras lavarlas para que luzcan como es debido, se han afanado en una labor minuciosa con la plancha para que el sagrado hábito - como le llamara hace ya años un Pregonero a cuyo lado tuve el privilegio de encontrarme sobre las tablas del Teatro Villamarta - quede como si de un estreno se tratara, para ser vestido por el esposo, el hijo o los nietos, que a veces son toda una saga familiar la que acompaña a una Cofradía.

Ha quedado la Túnica planchada y colgada, de la puerta del armario, a la altura necesaria para que no roce siquiera el suelo, aguardando el instante íntimo,emotivo, en el que el Cofrade iniciará el rito tradicional que le prepara para cumplir con su Hermandad y sobre todo con las imágenes de su particular devoción, heredada casi siempre de sus mayores y que a lo largo de los años le han ido moldeando sus sentimientos y reafirmando un compromiso y unas creencias cuya expresión externa se plasma en ese atuendo que despacio, muy despacio, casi con reverencial unción se va poniendo antes de partir, ligero y por el camino mas corto, hacia la Iglesia de la que sale procesionalmente la Cofradía...

La Túnica ya está planchada, para iniciciar la Estación Penitencial, como en tantos casos lo estará, por voluntad del Cofrade, el día que deba acudir ante el Padre, al final de su existencia.

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