viernes, marzo 30, 2012

La cuenta de la vieja...

En la economía doméstica, cuando no hay, se aplica el sentido común - dice el refrán "cuando no hay harina, todo es mohina..." - y se reducen - recortes, se llama ahora - los gastos, tanto los supérfluos como otros muchos necesarios pero de los que, sin afectar a las necesidades básicas de sus miembros, se puede prescindir durante un tiempo sin que se resienta la salud, la educación, en el caso de los hijos, y el pago de aquellas obligaciones ineludibles para que a uno no le pongan en la calle. Incluso, en situaciones extremas, hasta esto último se llega a suprimir, como estamos comprobando en los últimos tiempos con tan frecuentes casos de deshaucio...

Y eso lo sabemos todos y a eso, siempre, se le ha llamado economía doméstica que traducido popularmente es, mas o menos, como aplicar la llamada cuenta de la vieja, es decir, gasto lo que tengo y ni un céntimo mas y así evito encima, por lo pronto, tener deudas.

Claro que las cifras familiares no son las macroeconómicas de un Estado, de una Autonomía e incluso de grandes Ayuntamientos, pero en la fórmula acertada para afrontar una época de carencias, como la que estamos padeciendo, quizá lo útil sería aplicar también en esta escala el mismo remedio que conocen y utilizan quienes tienen que controlar gastos e ingresos domésticos, ya que comprobado está que procediendo de tal guisa suele salirse del atolladero...

Pero no, en lugar de seguir dicha receta casera a escala nacional, regional o local, muchos irresponsables se han dedicado a gastar lo que no tenían, a crearse compromisos de pago para ganar voluntades de cara a las urnas y a generar una inmensa bola de nieve financiera a la que se añaden factores como la voracidad de la banca, la llamada deslocalización que prima el cierre de empresas aquí para trasladar la producción a paraisos laborales, o condiciones laborales amparadas en un proteccionismo autártico irreal que las organizaciones sindicales defienden contra viento y marea como fórmula para su propia supervivencia, y así nos va.

Y o se toma el toro por los cuernos, aunque sea doloroso y no guste o llevamos camino de la catástrofe...

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