viernes, septiembre 09, 2011

Ese aroma que se perdió...

De aquella ciudad en la que por sus cuatro esquinas se percibía nítidamente, olfativamente hablando se entiende, el aroma de vino, - que daba gusto pasear por sus calles aspirando tan especial perfume -  la verdad es que ya queda bastante poco, por no decir nada. De aquella ciudad de la intensa actividad bodeguera de primeras horas de la mañana, cuando las sirenas convocaban a los trabajadores de las distintas bodegas a sus puestos, desde luego que mucho menos. De aquella ciudad que exportaba a los cuatro puntos cardinales del planeta el producto de su vendimia, quizá la presencia residual de algunas pocas marcas y poco mas...

Pero seguimos celebrando - o al menos tratando de hacerlo - una fiesta vendimiadora en este mes de vuelta al tajo - donde lo haya, desde luego - y por supuesto al Colegio, que esos si que no se libran - horario de adaptación incluido, para los mas pequeños - de tener que cumplir, a pesar de que el calor aprieta, el sueño persiste, después del largo periodo vacacional y el susto de quienes acuden por vez primera es moneda común entre niños y sus padres, que estos también parece como si llevaran a sus vástagos a una guerra.

Pero ya digo, seguimos festejando la vendimia y con ella el vino, que dió sentido a nuestra existencia como ciudad, como nombre y como uno de los productos mas prestigiosos y de mayor calidad que se pueda encontrar en las estanterías de los establecimientos que venden bebidas, aunque la verdad sea dicha lo de la venta esté ahora y desde unos años atrás cortito y con sifón...

Y es que a la proliferación de marcas, a la nefasta época y costumbre de la venta a granel, para que otros aprovecharan nuestra fama en los mercados, al populista y demagógico apoyo de ciertos políticos locales visionarios a una nefasta huelga del sector, a la que incluso se prestó el apoyo de los walkie talkie de los municipales, habría que añadir - como causa muy fundamental de tan triste deterioro bodeguero - la falta de visión de bastantes ejecutivos que no supieron ver, con la anticipación necesaria, lo que se les venía encima por la propia evolución del mercado y las preferencia de los consumidores, últimos destinatarios a la postre de su producto.

Pero ya digo, estamos en época de vendimia y aquí, aunque recogida ya la mayor parte de la cosecha, nos aprestamos a celebrarlo como un acontecimiento fundamental para la vida de nuestro pueblo con la esperanza de que se pueda, si no volver al antiguo esplendor, recuperar al menos parte del terreno perdido, que ha sido mucho.

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