Como en aquella añeja y pegadiza cancioncilla de la niñez, que comenzaba diciendo, "Vamos a contar mentiras, tralarán..." a partir de esta noche y durante los próximos quince días nos encontraremos los españoles y los andaluces, doblemente, con muchas "liebres corriendo por el mar" y por supuesto también con muchas "sardinas por el monte" pues sin duda la avalancha de promesas, ofrecimientos, ocurrencias, proyectos, intenciones y compromisos de los políticos nos situarán en ese mundo virtual que se cumple dificilmente, una vez cumplida la cita con las urnas por parte de la ciudadanía...
Y no es que falte voluntad; ni siquiera que se pretenda engañar; nada más lejos por supuesto de la seriedad y el rigor de nuestros políticos; esos que han hecho del ejercicio de cualquier cargo o responsabilidad una profesión bien remunerada, lo que pasa es que en campaña - ¡ahora si, podemos llamarla por su nombre! - se les calienta fácilmente la boca y comienzan a confundir un mundo posible con una ensoñación, sin caer en la cuenta de la diferencia entre ambos planteamientos y sin percatarse de que el contribuyente se puede llamar a engaño con sus declaraciones.
Por eso, con más reiteración de la debida, en cada campaña - y ya llevamos unas cuantas - volvemos a escuchar los mismos o parecidos argumentos, a oir hablar de esa carretera que nunca se termina, de esa dotación de servicios que nunca llega, de esa mejora social que seguimos aguardando y especialmente los colectivos más desfavorecidos, como agua de mayo y así una y otra vez, sin que lo prometido - que dice otro refrán que "es deuda" - llegue a cumplirse nunca o, como pronto, con un retraso desesperante.
Sería bueno por tanto que, desde las cero horas del 22 de mayo, todos nuestros políticos se pusieran en actitud de no caer en esta demagogia barata habitual y se dedicaran, de verdad, a hablar de lo que, con la mejor voluntad, intentan de verdad hacer y de aquello que honestamente creen que pueden llevar a cabo.
Y así, ni correrá la liebre por el mar ni tampoco la sardina por el monte, ¡que ya está bien!
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