Por mucho que el tiempo pase, sin duda alguna viven permanentemente en nuestro recuerdo a pesar de que conforme transcurran meses y años en la memoria, sin llegar a desaparecer, se difumine el indudable dolor que siempre produce la pérdida de seres queridos, a los que hemos tratado, con quienes hemos formado parte de una familia, con aquellos que compartieron con nosotros afanes, ilusiones y amistad; en definitiva cuando se marchan de nuestro lado esas personas que han conformado el círculo íntimo de los afectos que marcan profundamente la vida personal de cada uno de nosotros...
Y todo eso, evidentemente, es lo que se celebra en día tan especial como este de difuntos en que, a pesar de las modas foráneas que nos han invadido, el verdadero sentido de la fecha se encuentra en el recuerdo de aquellos seres queridos, familiares o amigos, que en el discurrir de nuestra vida hemos perdido para siempre y ese es el motivo que los cementerios se llenen en esta fecha de personas, de flores y de oraciones en sufragio de todos ellos, a pesar de que en los últimos años y por la generalizada costumbre de incinerar los cadáveres el número de enterramientos haya disminuido sensiblemente en España, según nos cuentan las estadísticas.
Por eso, por el verdadero sentido de esta conmemoración a la que precede el Día de Todos los Santos, uno siente en lo mas profundo de su corazón esa mezcla de tristeza, de melancolía, de soledad a la que acompaña el recuerdo de todos sus seres queridos que ya no están y que acuden, en un momento u otro del día a la memoria para testificar que nunca se fueron y que viven permanentemente con cada uno de nosotros. Para ellos, familiares y amigos, compañeros en tantos aspectos de nuestra existencia, quede aquí el renovado sentimiento de nuestro cariño, de nuestro aprecio sincero...
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