Posiblemente, durante su redacción, en los trámites previos a la aprobación por parte del pueblo español, e inmediatamente después de su promulgación sería así - la llamada Constitución del consenso - pero desde hace ya mucho tiempo, como consecuencia de los avatares de la política nacional, del cada vez mayor y mas duro enfrentamiento entre los partidos, alentado especialmente por la estrategia del "todos contra..." desplegada durante la última legislatura, lo cierto es que puede dudarse de que semejante calificativo le cuadre a nuestra actual Carta Magna.
Por otra parte, con el transcurrir del tiempo, un texto que fué útil y conveniente para pasar de un régimen dictatorial a la democracia se ha quedado, en bastantes aspectos, demasiado enconsertado - la antigualla de la prioridad del varón sobre la hembra para poder reinar, por ejemplo -, cuando no superado clamorosamente por la realidad en algunas otras cuestiones que como la del llamado Estado de las Autonomías precisan urgentemente de una profunda revisión que no salva desde luego la reforma expres acometida por decreto hace escaso tiempo para tratar de poner coto al despilfarro de las cuentas regionales...
Y la mejor manera de volver al espíritu aquel - hoy día perdido - del consenso entre las distintas fuerzas políticas - ahí está como llamada de atención la actitud de Izquierda Unida manifestada por su lider nacional ayer mismo y no digamos la de los vascos abertzales - sería la de acometer sin demora una actualización del texto sobre el que sustenta la convivencia nacional, antes de que cualquier pirueta antidemocrática amenazara su pervivencia en el tiempo.
Una buena fórmula podría ser la de la introducción de enmiendas, siguiendo el ejemplo de otros países democráticos a los que tanto criticamos a veces pero que en esto, como en tantas otras cosas, nos dan sopa con honda...
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