Mientras escribo estas líneas, desde Jerez - que pronto vivirá también su feria - estoy seguro, por haberlo vivido muchos años, que en la vecina Sevilla serán centenares las personas que estarán preparándose para ir al tradicional pescaito con el que se inicia - coincidiendo con el siempre espectacular encendido del alumbrado - la mundialmente famosa Feria de Abril, de la capital hispalense...
Esa costumbre-ceremonia, casi rito para muchos, que está precedida de las primeras interminables colas en los transportes públicos, para poder ir hasta el real de Los Remedios, de las dilatadas esperas para poder tomar un taxi, de las caminatas, en bastantes casos, para llegar hasta la Caseta - que es la casa del sevillano en estos días -, aunque todo lo compensa el encuentro con los amigos y, sobre todo, el poder disfrutar de algo que se ha montado con la mayor ilusión y no sin esfuerzo, para poder tener un lugar de reunión en el recinto ferial y que, pasada esta primera noche, dificilmente se encontrará a disposición de sus dueños - llamados también socios - por la afluencia de allegados, amigos, forasteros y gorrones, que también los suele haber.
Pero así es la Feria, así sus costumbres y maneras y esta ceremonia, ya tradicional, del pescaito, que suele iniciarse a hora fija, con las mejores galas, nunca se sabe a que hora terminará ya que idefectiblemente, cuando uno piensa en retirarse a descansar - que en Sevilla, durante toda la Feria, el sevillano no tiene vacaciones, es decir, sigue con su actividad cotidiana - llega el amigo inoportuno - que no quería dejar de pasar a saludarnos - para tomarse la penúltima...
Total, que dos o tres horas menos de sueño y eso, desde el primer día.
¡Feliz Feria!
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