Acabamos de asistir a un nuevo debate sobre "el estado de la Nación" y como en anteriores ocasiones aparte de un resultado poco alentador y el anuncio de unas medidas de incierta eficacia, lo que finalmente ha quedado patente entre los ciudadanos es que nuestra clase política tiene una absoluta incapacidad para ponerse de acuerdo en algo y una extraordinaria facilidad para agredir verbalmente a los contrincantes ideológicos, sean estos del signo que sean, ya que a partes iguales se reparten la lamentable cualidad de creerse cada cual en posesión de la verdad...
Y así, una legislatura tras otra en un prolongado ejercicio de obstinación que llega al aburrimiento y que impide que ni siquiera en asuntos intrascendentes quienes gobiernan y quienes están en la oposición - lugares que facilmente se pueden intercambiar en una convocatoria electoral - sean capaces de alcanzar acuerdo alguno en beneficio del conjunto de los ciudadanos ya que aquí lo que verdaderamente parece importar para cada cual es imponer su opinión. Así es que en los verdaderamente trascendentes, para que hablar.
Pero así estamos, sin lograr aprender, desde que España recuperó la Democracia y mientras los ciudadanos, como en Fuenteovejuna no vayan todos a una, obligando a los profesionales de la política al consenso y el acuerdo, seguiremos teniendo que deplorar debates como el que acaba de tener por escenario el Congreso de los Diputados y que se repiten cada día, cada semana, cada mes, cada año, en Autonomías y Ayuntamientos por todo el país.
Triste realidad la nuestra...
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