Parece como si el tema hubiera aparecido entre nosotros de la noche a la mañana, pero está claro que esta lacra se venía produciendo desde siempre, con la única diferencia de que por temor al que dirán, por la hipocresía de la propia sociedad, por unas inexplicables costumbres, no trascendían las agresiones ni el maltrato a las mujeres, hasta que de buenas a primeras nos hemos topado con la cruda realidad de un sesinato un día si y otro también...
Por eso, la repulsa general y bien merecida a los maltratadores, el rechazo unánime - ¿unánime? - de la sociedad en su conjunto, las campañas, las medidas legales, los carteles en las calles - como los que en estos días vemos en el centro de Jerez - con la intención de concienciar, de denunciar un problema que a la altura del siglo que vivimos, por irracional, no tiene explicación alguna, salvo que se quiera culpabilizar a la negativa influencia de los medios, a la equivocada política educativa, a la falta de implicación de muchísimos ciudadanos e, incluso, a una legislación o unas decisiones judiciales no siempre adecuada o acertadas, según se trate de la primera o de las segundas.
El caso es que sigue la violencia machista saltando a la primera línea de la actualidad, con agresiones, asesinatos, detenciones y condena ciudadana allí donde se produce un incidente, y hasta a veces parece incrementarse, lo cual no deja de ser un serio motivo de peocupación entre quienes piensan - con ellos se alinea quién esto escribe - que esos comportamientos deben ser erradicados de manera drástica de nuestra sociedad, no ya por la aplicación de medidas sancionadoras sino con una necesaria política de prevención en todos los órdenes, comenzando precisamente por la educación contra esta actitud prepotente y rechazable...
Es decir, que bien por la cartelería, pero mucho mejor y necesario que la propaganda, actuar decididamente contra esta auténtica lacra de nuestro tiempo.
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