Acabo de leer en las páginas cibernéticas de un periódico, concretamente en las de ABC de Sevilla, algo que me ha dejado profundamente conmovido, confundido, perplejo... que las quinientas personas más ricas del mundo tienen - ellas solitas - más dinero que los cuatrocientos dieciseis millones de personas más pobres...", según se desprende del informe hecho público por la organización Oxfam Internacional que denuncia como el siglo XXI amenaza con acentuar las desigualdades entre ricos y pobres hasta un límite sin retorno...
Aunque se mantenga la certeza de que hay recursos suficientes para todos, no es menos cierto que mil millones de habitantes del Planeta mal que bien superviven tan solo con un cuatro por ciento de la riqueza global que genera anualmente alrededor de nueve mil quinientos millones en bienes y servicios per capita, lo que supone veinticinco veces más de los trescientos sesenta y cinco dólares que definen la pobreza extrema en la que sobreviven unos mil millones de seres humanos.
Pera sentir venguenza.
Como lo es sin duda el dato, hecho público hace ya algunos años por por la Subsecretaría para Asuntos Humanitarios, de las Naciones Unidas, de que la cifra para garantizar la asistencia mínima a los dos millones de desplazados en el Norte de Uganda - 120 millones de dólares - era el coste estimado para derribar y reconstruir un viejo edificio, de tan solo treinta años de antigüedad, de una Universidad americana...
¿Es o no, para sentir verguenza?
Después nos sorprende y a veces hasta nos espanta que los subsahariano, los magrebies, los rumanos, y un largo etcétera se jueguen la vida en pateras, tratando de saltar una alambrada, en los bajos de un vehículo de gran tonelaje, para lograr alcanzar "el paraiso" de la abundancia, el confort y el desarrollo sostenible...
Para sentir verguenza.
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