Puede parecer mentira y desde luego a quienes no conozcan la condición de los españoles, una muestra más de la originalidad - llamémosle así - de los nacidos en este país nuestro que ignorando torpemente lo que nuestro idioma representa en el mundo - es el vehículo mediante el cual nos comunicamos cerca de cuatrocientos millones de personas - pretenden reducirlo a la nada, obligando a sustituirlo en diversas comunidades nacionalistas - Cataluña, País Vasco, Galicia o Baleares - por sus lenguas propias, casi residuales en algunos casos, para reafirmar así su condición de territorios soberanos que aspiran a autoexcluirse de España, según algunos políticos visionarios que los conducen hacia la nada con sus decisiones autonomistas, derivadas de aquel denominado Estado de las Autonomías que, en su origen, nadie se atrevió - repito, nadie - a enmarcar dentro de la lógica y el sentido común...
Por eso tenemos lo que tenemos y por eso, desgraciadamente, tras tantos años de régimen democrático algunos piensan que todo el monte es Orégano y haciendo de su capa un sayo pretenden condenar la lengua común de todos los españoles, de toda Hispanoamérica, de una parte notable de la población norteamericana, de Filipinas, al ostracismo y el olvido, para dar relieve a lenguas absolutamente minoritarias que en un mundo global ni pintan nada ahora y, desde luego, mucho menos pintarán en el futuro, por lo que la torpe obcecación de obligar a los suyos a comunicarse con ellas, desde las aulas del Colegio a la calle, pasando por la Universidad o la rotulación de los negocios, les lleva indefectiblemente hacia la utópica nada que es el sustrato ideológico de muchos de estos responsables públicos.
Por eso, aunque pueda parecer mentira, tienen que surgir voces e iniciativas - a estas alturas - en defensa de lo nuestro, que es evidentemente el español y por eso, cuando en no pocos paises nuestra lengua gana adeptos e hispano parlantes, aquí - como el cangrejo - algunos se empecinan en erradicar su uso y sustituirlo por sus lenguas locales en un alarde de miopía cultural propio de gente torpe y pacata.
Así nos va... sin que quienes tienen que parar esta peligrosa deriva se atrevan a ponerle fin.
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