Con la negativa de los Irlandeses a ratificar el Tratado de Lisboa como documento marco de la Unión, nuevamente se pone de manifiesto que no todos los ciudadanos del Continente ven en ella la panacea para el progreso, desarrollo y consolidación de un concepto "supranacional" que desde el Parlamento de Estrasburgo se ha tratado de inculcar y que ya ha recibido varios y contundentes rechazos por parte de algunos paises miembros, cuya ciudadanía no acaba de verlo tan meridianamente claro como los propios políticos...
Evidentemente, tanto en los partidarios del sí a Europa como en los que se alinean con el no, hay razones e intereses determinados que la otra parte utilizará para descalificar dicha postura, pero lo cierto es que frente a la frívola ligereza con la que nos pronunciamos en España respecto a la Unión Europea y su pretendida Constitución promovida por el señor Giscar d´Estein y sus asesores, uno valora positivamente la capacidad de los habitantes de algunos paises - entre ellos Irlanda, ahora - para poner freno a una estructura que cada vez condiciona más la vida y la capacidad de las naciones integrantes de la Unión para decidir sobre muchos asuntos.
Naturalmente no seremos nosotros quienes neguemos las bondades de la Unión Europea, los avances que en muchos órdenes ha supuesto la misma y las posibilidades que, en conjunto, brinda a cuantos podemos considerarnos ciudadanos continentales, pero de eso a otorgar cheques en blanco a esta especie de Federación de Estados media un abismo en el que no siempre pensamos a la hora de otorgar nuestra aprobación a lo que se nos propone.
Por eso, decisiones como la que acaban de adoptar los ciudadanos Irlandeses, en las urnas, son una buena llamada de atención que debería hacernos reflexionar y, mucho más, desde luego, a los políticos que nos representan y que tienen la responsabilidad de velar por los intereses de España...
Eso, al menos, es el mandato explícito que llevan incluido nuestros votos.
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