La sociedad española, hastiada de tanta reiteración criminal, ha vuelto a sobresaltarse con un nuevo atentado criminal de la banda terrorista ETA, en el que ha perdido la vida un jóven agente de la Guardia Civil y ha sufrido lesiones - tememos que irreversibles - otro compañero del fallecido, ambos desarmados y en misión investigadora en territorio francés, mientras en nuestro país siguen algunos mirando para otro lado, cuando no rechazando airados tal posibilidad, a la hora de ilegalizar a los partidos que son el soporte "legal" de esta organización asesina e incluso alentando negociaciones de paz que acaben con esta lacra que tantas vidas se ha cobrado...
Menos mal que, en esta ocasión, todas las fuerzas políticas - al menos de "boca para afuera" - han hecho causa común y, junto al Gobierno, han rechazado frontalmente, en el Congreso de los Diputados, la violencia terrorista de ETA y sus trágicas consecuencias.
Pero ya digo, el ciudadano común que siente ya hasta náuseas cada vez que escucha tan solo la mención de la banda asesina, que desconfía y con toda la razón de los encuentros para alcanzar la ansiada Paz, que no se fía un pelo de las tentaciones soberanistas de aquellas fuerzas políticas que quieren alcanzar su autodeterminación, que contempla atónito como determinados políticos o jerarcas eclesiásticos se alinean con los terroristas o sus cómplices, con el pretexto de encontrar el camino de la paz, tiene la frustrate sensación de que algo más se podía hacer para lograr que esta pandilla de pistoleros desaparezca, de una vez por todas, de la vida española...
Pero pasan los días, las semanas y los años y lo único que se logra es que la triste cifra de los muertos a manos de ETA siga incrementándose.
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