Son como una plaga que se manifiesta en todas partes, poniendo en peligro la convivencia, la justicia, la equidad y cuantos valores similares se le pongan por delante, pués el resentimiento nubla la estabilidad mental de quién lo padece, apaga cualquier atisbo de culpabilidad y propicia el rencor, la animosidad, la animadversión y el odio, sin dejar el menor margen a la simpatía o la comprensión...
Y ese fenómeno, que no es nuevo, se recrudece cuando el antagonismo se instala en la vida pública, anulando cualquier posibilidad de comprensión o diálogo, de tolerancia, hacia quienes son considerados enemigos y, por tanto, condenados a su erradicación del entorno inmediato.
Porque resentido es todo aquel que es incapaz de admitir la mínima virtud en las personas a las que hace objeto de su enfermiza obsesión, como lo es igualmente el que, aprovechando cualquier medio o circunstancia, trata de trasladar su rechazo a otras instancias para que quién es el objetivo de su persecución mental se vea sometido a todo tipo de ataques, persecuciones y castigos que conduzcan a su marginación absoluta en nuestra sociedad...
Resentido es quién incapaz de aceptar la mínima bondad en el destinatario de su personal inquina, trata como sea de desprestigiarle, machacarle, apartarle, hundirle y si de paso saca algo de provecho en ello, mejor que mejor.
Resentido, en la vida social y en la política, es todo aquel incapaz de aceptar nada bueno que pueda venir de quien es motivo de su persecución, ya que la máxima que guía su comportamiento no es otra que la que se resume en ese célebre dicho popular de "al enemigo, ni agua..."
Resentidos, triste secuela de la España más negra que en lugar de extinguirse con el paso del tiempo vuelve a florecer con más fuerza si cabe cada vez que alguno de ellos logra alcanzar el poder, en cualquiera de sus manifestaciones, o tiene la oportunidad de medorear cerca del mismo tratando de influirle...
Dios nos libre de esta plaga.
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