Hoy, día en que Jerez festeja a su Patrona, la bendita Virgen de la Merced, redentora de cautivos, se me ha venido a la mente el irritante drama de la contínua llegada, en pateras y otros artilugios capaces de navegar, aunque sea de forma peligrosamente precaria, de cientos de miles de emigrantes que tratan de alcanzar un futuro mejor, aunque para ello deban jugarse la vida y, tantas veces, perderla...
Ahora parece zona más idónea para lograr llegar al paraiso el archipiélago Canario, pero la cercanía de ambas orillas del Estrecho de Gibraltar siguen, precisamente por eso, ocupando la prioridad en el maldito ranking de la llamada emigración clandestina a la que no se pone coto sencillamente por los intereses que mueven las mafias - llamemoslas así - que controlan este negocio de carne humana que les proporciona pingües beneficios.
Y si entre las costas africanas y Canarias son centenares las mujeres y hombres de nacionalidad marroquí o procedentes de diversos paises del continente africano, no cabe duda que los apenas catorce kilómetros entre orilla y orilla del Estrecho se han convertido, lamentable y desgraciadamente, en una inmensa y triste sepultura en cuyo fondo ¿se atreve alguien a cuantificar los cadáveres que yacen...?
Pero la sociedad consumista, moderna, liberal, solidaria en la que vivimos, instalados en el confort y el conformismo, mira para otro lado acallando así su conciencia culpable por estar asistiendo a una evitable tragedia humana a la que no se quiere poner remedio, por mucha medida-parche que se adopte, por muchas declaraciones grandilocuentes que se formulen pues todos sabemos donde radica el origen del problema.
¿O no?
Por eso, en este día, quiero recordar a tanta pobre víctima de sus legítimas aspiraciones de progreso y bienestar a quienes el ansia de una vida mejor les lleva, por la codicia de gente sin conciencia y escrúpulos, a la muerte...
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