En nuestra tierra, son frecuentes en el mes de septiembre turbiones de agua que producen, además de la imprevista mojadura a los confiados transeuntes, inundaciones, atascos de tráfico, molestias y que por tanto alteran el normal ritmo de la vida ciudadana.
Y este año, para no ser menos, acabamos de padecerlo nuevamente y de forma especialmente llamativa, en Jerez donde vehículos, comercios, viviendas y determinadas zonas del casco urbano no se han librado de este endémico problema de la ciudad, a pesar de que hace años y con buen criterio, el Ayuntamiento de entonces acometió una importante y costosa obra de sustitución de los colectores que, dada la especial configuración y orografía de la población, no evita, cuando en muy poco tiempo caen como en el caso que nos ocupa más de cincuenta litros por metro cuadrado, que la población sea vea seriamente afectada y sobre todo zonas muy concretas de la misma.
Claro que ante estos inesperados problemas, el ciudadano lo que necesita no es una bronca de los políticos, acusándose unos a otros de no haberse preocupado de semejante problema o de no haber actuado cuando pudieron hacerlo sino que algún responsable coja el toro por los cuernos y ponga en práctica medidas que contribuyan a solucionarlo de una vez por todas o, al menos, que sirvan para paliar sus consecuencias.
Y una de las más elementales, por supuesto, es proceder, con la antelación suficiente, a revisar y limpiar la red de alcantarillado, especialmente los husillos, para que el agua de lluvia sea tragada por estos - que para eso están - y no discurra en su mayor volumen por la superficie de calles y plazas. Si así se hiciera, año tras año, posiblemente las consecuenciasa de estos aguaceros serían mucho más soportables para todos, nunca evitables del todo, por supuesto.
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