Parece que fue ayer y han pasado ya diez años desde que nos dejara para siempre, tal vez porque su recuerdo no solo permanece vivo, muy vivo, entre nosotros sino por la dimensión que su figura y su obra va adquiriendo cada día que pasa, cuando nos damos cuenta del impagable servicio que prestó a la Iglesia jerezana, primero como adelantado del Cardenal Bueno Monreal en nuestra ciudad y su zona de influencia, luego y por mas de dos décadas como titular de una nueva Diócesis erigida por el entonces Papa, Juan Pablo II...
Diez años ya, mañana sábado se cumple el aniversario que será recordado con una solemne misa en la Catedral, justo donde reposan sus restos, y todavía su sonrisa abierta, su generosa entrega a los demás, su sencillez, su dedicación hasta el límite de sus fuerzas, su cercanía a todos, permanecen en nuestra memoria y desde luego en lo mas profundo del corazón como el mejor homenaje que podamos tributarle y que, en vida, le ofrecían cada día los mas humildes, cuantos necesitaban de su ayuda, su comprensión y todos aquellos que en el mas que al Obispo veían al amigo.
En su nombre, ahora y desde poco después que nos dejara para siempre, un grupo de personas trabaja para poder llevar el pan de los pobres, ese que tanto repartió a manos llenas sin que una mano se enterara de cuanto daba la otra, a quienes lo necesitan, a través de una serie de Comunidades y Asociaciones que tienen por fin, precisamente, el de ayudar a tantas personas como lo requieren y mucho mas en este tiempo que nos ha tocado vivir, perpetuando de esta manera su obra, su forma de ser y su estilo de vida...
Por eso está entre nosotros, vivo en el recuerdo. Por eso, pero sobre todo por como fue y como le conocimos.
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