viernes, diciembre 27, 2013

Inocentadas.

Aquella generalizada costumbre de la inocentada ha ido perdiendo fuerza en nuestra sociedad, aunque todavía ciertos medios de comunicación, escritos o audiovisuales, se empeñan cada 28 de diciembre en sorprender a sus habituales consumidores con bromas, de mejor o peor gusto, para continuar con la tradición que antaño estuvo muy presente en nuestras vidas y que hoy día, precisamente por haber perdido buena parte de su esencia, ha quedado como una práctica marginal que a veces tiene hasta poca gracia...

Se trataba de gastar la consabida broma del muñeco de papel colgado a la espalda, de utilizar alguno de aquellos artículos de broma que sonaban como una rotura de cristales, de tiznar la cara del ingénuo amigo que se acercaba confiadamente a nosotros y en definitiva de dejar una muestra inofensiva de engaño a nuestros interlocutores para poderles gritar luego aquelo de ¡inocente! ¡inocente! entre el regocijo general de quienes compartían esos momentos divertidos de una jornada de finales del mes de diciembre.

Después, quizá por el hecho probado de que las dificultades de la vida nos ha quitado a todos, o a casi todos, las ganas de bromear esa costumbre de la inocentada, como ya he dicho, ha ido perdiendo predicamento entre nosotros pues son muchos los que no tienen humor para gastarlasy son también multitud los que esos engaños los suelen tomar como una agresión a su dignidad y a su prestigio y reaccionan con malos modos ante el intento de hacerles objeto de nuestro inocente engaño, ante lo cual lo mejor es desde luego abstenerse...

¿O usted  a veces en este día no ha pensado que lo mejor hubiera sido no gastar aquella broma que le costó un enfado y de los buenos con algún amigo o familiar?

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