Recorrer las calles del centro de Jerez el pasado fin de semana ha resultado toda una experiencia ya que en cualquier esquina, en muchas plazas, en bares y peñas, en entidades y Asociaciones, en diversas Hermandades, grupos numerosos de personas, de toda edad y condición pero entre las que sin duda predominaba la juventud, se dedicaban a cantar e incluso en no pocos casos marcarse una pataita contribuyendo así al mejor ambiente de la Zambomba en la que habían decidido tomar parte y que, de una esquina a otra de la ciudad, se convirtió por muchas horas en la sintonía colectiva de nuestro pueblo...
Es, ya se sabe, este de Diciembre el mes de la celebración navideña jerezana por excelencia, el mes de las Zambombas que se han convertido en la mejor tarjeta de presentación de la ciudad dentro de ella, por supuesto, pero evidentemente también fuera de sus propios límites y que han proyectado estas fiestas navideñas jerezanas a no pocos lugares de España y desde luego a todas las poblaciones cercanas a la nuestra que, precisamente queriendo conocer esta original manifestación festiva y por supuesto participar en ella se hacen presentes aquí aprovechando sábados y domingos o festivos del calendario.
Y eso está bien para Jerez y para los jerezanos aunque del abuso se esté haciendo ya virtud y se corra el riesgo de adulterar algo muy nuestro, que casi estaba perdido en la década de los sesenta del pasado siglo y que gracias al empeño de unos cuanto se pudo recuperar y que el marketing y el afán de negocio han elevado a cotas de abuso que amenazan con llevarnos a quienes contemplamos esta celebración como algo familiar y vecinal al auténtico hartazgo, lo que sería sin duda además de una pena, lamentable...
Cuidemos pues la Zambomba, como un bien cultural y patrimonial jerezano y evitemos que acabe convertida en un remedo de lo que fué y de lo que debe seguir siendo en el futuro.
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