jueves, abril 21, 2011

Las Hermandades de los barrios.

Siempre me han gustado las Hermandades de los barrios, las que aquí se dicen de las barriadas, esas que llegan a la llamada Carrera Oficial quizá con un cierto complejo, pero que son sin duda las que en los últimos años han venido revitalizando el mundo cofrade y con ello nuestra Semana Santa y en no pocos casos, la propia vida de las comunidades parroquiales en las que radican...

Hermandades que tuvieron que pasar un duro y prolongado período de noviciado impuesto por la propia Iglesia, que tantas veces las veía como algo no conveniente o incluso folklórico, pero que finalmente tuvo que reconocerlas ante el empuje, la pujanza, el compromiso y el rigor que supieron desmotrar y desde luego también por su importante contribución a la consolidación de comunidades nacientes en la periferia urbana.

Así, en nuestro caso, surgieron nuevas Hermandades por San Benito, por Icovesa, por el Pelirón o por la Granja - alguna, como la Sagrada Familia de Nazaret tras buscar posada que también le negaron -  que, además de tener que relizar una larguísima y dificultosa estación penitencial, por la lejanía de sus templos han traído hasta el mismo corazón de la ciudad su estusiasmo, sus raíces profundamente populares y con ellas, la familia al completo rodeando a la hija o al hijo que visten la túnica - a veces, ambos - a los que acompañan padres, abuelos, hermanos y tíos...que caminan junto al "paso" y que al llegar a la Carrera Oficial manifiestan, como saben, su concepto de lo que es una Cofradía...

Ya digo, me gustan las Hermandades de los barrios, auténticas, sencillas, valientes, familiares, abiertas a todos y sobre todo a los nuevos tiempos, miembros de la misma Iglesia en la que, desde siglos atrás, están encuadradas las otras, las históricas...

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