Con el final del mes de marzo y el de octubre, en toda Europa - y nosotros no somos una excepción - nos vemos obligados a cambiar la hora, adelantándola en un caso y retrasándola en otro, para adecuarla a la luz solar, buscando un ahorro energético del que muchos dudan pero que, según los datos que nos facilitan los organismos encargados ello, parece ciertamente significativo y en ello radica la justificación de tal medida...
Claro que con estos cambios, como suele ocurrir cuando un viajero atraviesa el atlántico y con ello la que podríamos denominar barrera horaria, estas modificaciones del reloj, si bien en el Otoño ayudan a disponer de una hora más para el descanso, en la Primavera, además de las secuelas que en los cuerpos suele dejar dicha estación, se le resta el mismo tiempo al sueño, con el consiguiente trastorno para todos nosotros.
Es decir, que para el consumo energético, será sin duda bueno, pero para el cuerpo humano, si malo Marzo, peor Octubre, dígase lo que se argumente por los expertos...
Pero entre protesta y bostezo, entre el esfuerzo por iniciar la jornada, en el cambio horario de la Primavera y ese sobresalto matutino de Octubre, en el que sin saber por qué uno se despierta antes que el propio despertador, un año y otro vamos asumiendo estas normas reguladoras de la vida de los ciudadanos europeos que otros han decidido por nosotros, desde luego sin previa consulta.
Progreso, le llaman a la figura...
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