Entre otras costumbres, signos, comidas y vestimentas, ciertamente los dulces juegan un papel destacado en las fechas señaladas de Cuaresma y, especialmente, de Semana Santa, pues es tal la variedad de ellos, tal su calidad, tan impactante su huella en el paladar de quien los saborea que se han erigido, por méritos propios y más que sobrados, en una de las referencias de tan festivas y santas jornadas...
Cada ciudad tiene los suyos propios, aunque en todas lo habitual es también encontrar en expositores y escaparates las celebradas torrijas, enmeladas o rebozadas con azúcar junto a las que, en alguna que otra parte, aparecen tambien los pestiños - más propios de la Navidad, en Jerez, que de Semana Santa - y toda esa interminable relación de roscos de Semana Santa, Alpisteras, Milindricos y un interminable catálogo cuya sola enumeración le acelera a uno los jugos gástricos.
¡Pobres diabéticos...!
Es decir, que ya mismo junto al gozo de la contemplación de Imágenes de hermosa factura e indudable devoción, de esos enseres bellísimamente increibles que las Hermandades y Cofradías han logrado atesorar en honor de sus Titulares - tallas. bordados, repujados - tendremos también el placer de poder degustar esos dulces típicos de la época, comprados en confiterías o en los Tornos de los Conventos, que nos transportarán sin duda desde la tierra el cielo, aunque sea tan solo - que mucho más tampoco merecemos - por ese brevísimo instante que nuestro paladar saborea tanto arte hecho golosina...
¡Que ustedes lo disfruten...!
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