Me dijo una vez uno de esos pocos de verdad con que uno se goza en la vida "que la amistad es cosa de uno" y ciertamente que, en no pocas ocasiones, he podido comprobarlo de manera fehaciente ya que si se entrega la amistad, sin esperar nada a cambio poco importa a la larga que ese sentimiento sea respondido y uno siempre se sentirá recompensado con largueza por el destinatario de nuestro afecto - ¿porque no llamarle cariño? - aunque este no corresponda en la misma medida de nuestra entrega...
Amigo. Pocas palabras más nobles que la que define el concepto de amistad, que según nuestro diccionario es el "afecto desinteresado y personal, generalmente recíproco, que nace y se fortalece con el trato", aunque esto último tampoco sea muy determinante ya que ni la distancia, ni el verse de tarde en tarde, ni siquiera compartir ideas u opiniones son factores decisivos para que exista una verdadera relación, que nada exige a cambio, entre dos personas y en la que no importa el sexo, la ideología, la religión o la raza.
Solo la lealtad, la generosidad y la entrega.
Por eso, en general, todos tenemos muchos conocidos pero muy pocos - y elegidos - amigos, de esos que nos consta darían hasta lo que no tienen por corresponder a nuestro afecto por ellos y de los que yo, en esta misma semana, he recibido una imborrable sorpresa en forma de encuentro inesperado en Jerez, mi ciudad, a la que algunos cruzando España de norte a sur, han querido venir para darme, una vez más, prueba incontestable de su amistad hacia mi persona a la cual no tengo mejor manera de corresponder que dejando constancia del impagable gesto en este Blog.
A ellos, a unos cuantos más repartidos por distintos puntos de nuestro país o a quienes disfruto a lo largo del año, por residir donde yo vivo, mi gratitud y mi más profundo cariño...
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