Sin eufemismos de ninguna clase, así habría que llamar a la celebración que, cada año, trata de hacer presentes en nuestra sociedad, de una u otra forma, a las personas ancianas, que ahora llamamos "nuestros mayores", para las que tantas veces existe desconsideración, abandono, miseria, marginación u olvido... aunque en vísperas de esta celebración políticos, agentes sociales, medios de comunicación y famosillos de cada localidad se acerquen hasta uno de los centros donde se pasan las horas tratando de ser escuchados, de hablar con alguien, de olvidar sus achaques y su soledad...jugando al dominó o a las cartas...
"Nuestros mayores", que suena bien y es, como ahora se dice y se repite hasta la saciedad, políticamente correcto y no es que esté mal, ni mucho menos, que se les preste siquiera un poco de atención, que se les agasaje y hasta se les trate de mimar por unos minutos, lo que pasa es que los problemas de los jubilados, de los ancianos, de los viejos en una palabra, están en haberse convertido en un estorbo en esta sociedad de la prisa y del consumo, están por supuesto en la miseria de sus pensiones, tras haber estado toda su vida trabajando y desde luego están en que de manera cruel se ha decidido amortizarles, dilapidando un capital impagable, el de la sabiduría que otorga la experiencia.
Pero, un año y otro, visita a los Centros de mayores, a las llamadas - antiguamente - residencias de ancianos, muchas sonrisas para las cámaras de televisión y de los fotógrafos, algún que otro regalito de los que suelen tocar siempre en las tómbolas de los Colegios y... "si te ví, no me acuerdo", que hay que ocuparse de otras cosas más productivas.
¿Que no es acaso así?
Pués quédense con la mirada perdida y profundamente triste de alguno de nuestros viejos, tras estos saraos conmemorativos, y verán como les recorre la espalda el escalofrío de lo que se nos viene encima con el paso de los años...
¿Y a esto se le llama la sociedad del bienestar?
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