Siempre se ha dicho y así lo creemos, que un buen o mal ejemplo, especialmente para los niños o para los jóvenes, puede ejercer positivas o negativas influencias en su comportamiento y marcar, decisivamente, el futuro de aquellos a los que los adultos estamos obligados a transmitir los valores mas nobles en los que se basa nuestra conducta y que consiguientemente ejercerán una benéfica influencia en su comportamiento el día de mañana...
Por eso, cuando uno contempla una incívica actitud en un adulto o un gesto atentarorio contra la normal pauta de comportamiento y especialmente cuando eso se hace en la presencia de un menor de edad, no puede por menos, además de lamentarlo, que condenarlo enérgicamete y denunciarlo públicamente para que llegue al conjunto de la sociedad y para que, si acaso el infractor accede a su comentario, sienta - si es que la tiene - verdadera verguenza.
Viene esto a colación de una lamentable escena que ayer martes, a mediodía, pudo contemplar en pleno centro de la ciudad, concretamente en Plaza Aladro, cuando una indivídua - creo que no le cuadraría ningún otro calificativo más benévolo - ya metidita en años y en compañía de una chica jóven no tuvo otra mejor ocurrencia que arrojar al suelo - a muy pocos metros de papeleres e incluso de contenedores - una botellita de plástico, de esas de agua que ahora le ha dado a todo el mundo en llevar por la calle, sin el menor miramiento y desde luego sin tener en cuenta el deplorable ejemplo que estaba proporcionando a la chica que la acompañaba...
Después, a lo mejor, se queja de las secuelas de la llamada "botellona" o regaña a la joven, si es de su entorno familiar, por no tener debidamente recogida su habitación.
Lamentable.
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