Las ciudades, todas sin excepción, se ven afectadas por numerosas irregularidades, defectos, carencias, impedimentos, que naturalmente repercuten, negativamente por cierto, en la vida normal de los ciudadanos que, al fín y a la postre, son los que las sostienen con el pago de sus impuestos...
En todas partes, ya digo, obstáculos para circular, para poder caminar por las aceras tranquilamente, para cruzar las calles sin riesgo, para disfrutar de los jardines, para no tropezar con el deteriorado pavimento, para no sufrir los malos olores de la basura acumulada...
Y uno siempre ha pensado si en los Ayuntamientos nadie se dedica a vigilar estas cosas y, lo que aún sería mucho mejor, a darles solución rápida y eficaz, con la cantidad de empleados que todos tienen, dedicados a mil y una funciones, pero por lo visto no al control de defectos subsanables y evidentemente molestos para los habitantes de cada población, que al parecer solo se detectan cuando se cae una rama de un árbol causando daños en personas o vehículos, una cornisa o una teja de un edificio, un aguacero que produce una repentina inundación o se busca la posibilidad de cobrar tasas o aplicar impuestos, por parte de los inspectores encargados de esta parcela de la administración municipal.
Pero de otras cosas, antes apuntadas, nada de nada.
Y un ejemplo, en la Plaza Aladro de Jerez, esquina con Eguiluz y Santo Domingo, donde se gastó no hace mucho un dinerito para facilitar la movilidad de las personas que la tienen limitada, unos contenedores, creo que de vidrio y papel, impiden precisamente que por la rampa nadie pueda subir o bajar, por lo que no se si habría que llamarlos así - con - te - ne - dores - o mejor sería denominarlos -corta el paso -, ¿no les parece?.
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