martes, julio 07, 2015

Sanfermines...

Hay fiestas que vistas desde la distancia uno no acaba de entender, por muy arraigadas que estén en su lugar de origen, por mucha promoción que se les haga y, sobre todo, por asentarse en el hecho de que algunos foráneos se lo pasaran muy bien, pero que muy bien, cuando tuvieron la ocasión de vivirla en plenitud, dedicándose después a fomentar su fama aquí y en latitudes lejanas lo que sin duda ha sido el caldo de cultivo imprescindible para que compatriotas suyos las adoptaran como algo propio y que había que vivir alguna vez...

Ciertamente que ese rechazo, del que además de la que desde ayer mismo se celebra en Pamplona, regada de calimocho por sus cuatro esquinas, lo comparten otros festejos tales como las Fallas, la celebrada Tomatina que tiene lugar por el Levante español y alguna que otra mas, aunque la verdad sea dicha que si uno tiene la oportunidad de vivirlas - como me ha pasado a mi con las fiestas de Valencia - esa primera impresión negativa no solo desaparece sino que se transforma en admiración y ganas de volver otra vez a participar en ellas, ya que el estruendo de cohetes y petardos mas que ruido puede llegar a sonar como una auténtica sinfonía.

Estamos en los tradicionales Sanfermines, con sus encierros y sus ruidosas corridas de toros, con sus pantagruélicos desayunos y almuerzos, con su chupinazo anunciador, con las Comparsas y la blanca y roja uniformidad de cuantos participan en dichas fiestas y con ese exceso de la mezcla habitual para beber al que se conoce por calimocho y por muy típico que todo ello sea, por mucho que se cuide la seguridad en los encierros y se procure la limpieza de la ciudad durante una semana larga, lo cierto es que resulta raro, en las numerosas imágenes que la televisión nos proporciona en estos días de la hermosa Pamplona, no ver una multitud salpicada del morado del vino tinto por cualquier parte de la ciudad y a algún que otro insensato, no debidamente preparado para ello, exponiendo su vida ante los cuernos de los toros corriendo por la calle...

¡Esa es la gracia de la fiesta?

Pues, tan poca gracia, para ellos...

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