lunes, abril 06, 2015

La peligrosa costumbre de acusar sin pruebas...

Se ha instalado en la sociedad española de un tiempo a esta parte la peligrosa costumbre de acusar sin pruebas, dejándose llevar por los comentarios mas o menos afortunados vertidos en las llamadas redes sociales sobre cualquier asunto y señalar como responsables de alguna desgracia o accidente a Partidos Políticos, cargos institucionales de los mismos e incluso al propio Gobierno de la Nación cuando ni siquiera se conocen las causas o circunstancias que hayan podido concurrir para que finalmente hayamos tenido que lamentar la pérdida de vidas humanas...

Ciertamente que ante semejante situación, la conmoción producida por el fallecimiento de algún ser querido, de un amigo o conocido, la tristeza de familiares y allegados puede ser la principal causa de que muchas personas pierdan el control de sus actos y sobre todo de sus palabras y se dediquen a acusar a quienes, por el puesto que desempeñan, se ven involucrados en el fatal desenlace de esos accidentes a los que nos referimos que por su dramatismo, por sus dolorosas y siempre lamentables consecuencias se constituyen en comentario generalizado y provocan los mas variados análisis casi siempre coincidentes en una negligente actuación de nuestros representantes diplomáticos, cuando el suceso en cuestión tiene lugar fuera de España y por supuesto, tanto dentro como fuera, en culpar al Gobierno de turno de falta de eficacia y sensibilidad ante la tragedia.

Nadie y muy pocos he visto que ante estos casos, aparte claro está de lamentarlos, sean capaces de llevar a cabo una reflexión ponderada sobre los hechos y circunstancias que los han provocado, de aceptar que la práctica de ciertos deportes y aficiones resulta sin duda muy peligrosa por muy preparados que hayan sido previamente - por algo son llamados de riesgo - y que por mucha preparación que se haya efectuado para realizarlos nunca se está exento de que pueda producirse un fatal accidente...

Precisamente por eso, en no pocos países los gastos que puedan ocasionar las tareas de rescate en situaciones semejantes deben ser abonados por quienes los provocan, que se supone cuentan con los correspondientes seguros para su cobertura. Lamentable, muy lamentable, la pérdida de toda vida humana, pero ello no puede llevar por muy grande que sea el dolor que ello provoque a apuntar con el dedo acusador a nadie. 

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