jueves, septiembre 05, 2013

El accidente ferroviario de Galicia.

Como siempre suele pasar, superadas las primeras semanas el accidente ferroviario ocurrido a las puertas de Santiago de Compostela ha quedado como un mal recuerdo de este verano en el que si la Dirección General de Tráfico logró una significativa reducción del número de víctimas mortales en las carreteras, el tren, que tanto ha progresado y tanto se ha modernizado en España en los últimos años, ha sido el encargado de dejarnos un tremendo saldo de muertos hasta convertirse, desgraciadamente, en el segundo accidente ferroviario ocurrido en España en toda su historia...

Como siempre, enseguida las especulaciones, las opiniones poco fundadas sobre causas y causantes de este terrible descarrilamiento que tanto daño hacen pero que, en esta sociedad de nuestro tiempo, se han convertido en el pan nuestro de cada día pues la prudencia se ha perdido en una colectividad traumatizada por la verborrea de la clase política, el escaso nivel formativo de la mayoría de sus componentes y la permanente controversia, tanto da si se habla de Dios como del César - léase Jefe del Estado-.

Seguro que habrá que revisar todos los trazados ferroviarios de nuestro país y mejorar en cuanto sea posible sus métodos de seguridad, especialmente cuando el tren alcanza ya hoy día velocidades impensables hace tan solo medio siglo, en el que nuestro equipamiento en este orden de cosas dejaba muy mucho que desear. Seguro que habrá que perfeccionar los sistemas de acceso a determinadas tareas como la de los responsables de la conducción de estas veloces máquinas, implantar procedimientos para garantizar, en cuanto sea posible, la capacidad de estos profesionales antes de ponerse a realizar su tarea. Seguro. Pero quizá no estaría de mas tampoco que en el conjunto de nuestros ciudadanos se impusiera un mínimo de cordura antes de abrir su boca para ponerse a emitir sus juicios sobre determinados asuntos, como este que nos ocupa...

El accidente ferroviario, acaecido en la entrada misma de la Ciudad del Apóstol y en la vísperas de su festividad, una tragedia desgarradora, requiere del esfuerzo necesario para que la seguridad de nuestro trazado ferroviario aumente en cuanto sea posible y exigible, pero demanda al mismo tiempo una profunda reflexión de todos nosotros ante situaciones semejantes en las que ni el dolor ni los nervios pueden inducirnos a condenar sin tener pruebas.

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