lunes, diciembre 14, 2009

La paz guerrera de Obama.

Done usted una cuantiosa suma para dotar un premio dedicado a la Paz, establezca las bases para que con el mismo se distinga a una persona que haya contribuido, de verdad, a implantarla en el mundo, trace una línea de conducta a los miembros del Jurado encargado de discernir tan honroso galardón, para que después vengan con una designación como la de este año que, en el preciso instante de su entrega, queda pisoteada por las palabras del premiado que, sin el menor pudor, proclama su tésis de la paz guerrera...
Y ya es sabido, desde luego, que la mejor defensa es un buen ataque, pero para ese melón no hacen falta las alforjas del Premio Nobel de la Paz, ya que con ejemplos y actitudes como las protagonizadas por el Presidente de los Estados Unidos en Oslo, además de vaciar de contenido semejante distinción, se está proporcionando un pésimo testimonio a toda la humanidad, por muy de moda que se haya puesto la presencia de un afroamericano en el Despacho Oval de la Casa Blanca, asunto recurrente en los últimos meses entre la progresía andante de todo el mundo. Y entre la nuestra, no digamos.
Pero así nos luce el pelo y esa es la negativa imágen que estamos legando a los más jovenes. La de entregar el Premio de la Paz, creado precisamente en descargo de su conciencia por el inventor de la dinamita, a un político cuya trayectoria, capacidad e ideas, como lider mundial están todavía por descubrir, que además al recogerlo en solemne ceremonia proclama, con más solemnidad todavía, que la Paz hay que lograrla por la fuerza de las armas...
¡Menudo pacifista...!

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