Mucho se está hablando de la sorpresa de la elección del Cardenal Bergoglio como Sumo Pontífice y no es que quién esto escribe no participe también de esa generalizada opinión, especialmente tras ver a través de la pantalla del televisor su forma de comportarse y tras leer en periódicos impresos y digitales las numerosas ocurrencias del Santo Padre - ¡dejen los zapatitos rojos aparcardos!; "rece vos por este Obispo que está tan lejos pero que les sigue queriendo mucho"; "paren el coche que quiero saludar a ese disminuído psíquico que veo en primera fila" ... - y una interminable relación de gestos que vienen a ser como un soplo de aire fresco, un viento nuevo, en el comportamiento del Papa que por si poco fuera ha elegido llamarse Francisco, como el Santo de Asís...
Y ya digo, no es que yo esperara algo similar o que hubiera intuido que la elección del Colegio Cardenalicio pudiera traer a la Iglesia Universal un Pastor de estas características, pero sin duda se ha venido a confirmar una vez mas que en los Cónclaves quienes entran Papa salen Cardenal y por supuesto que, aunque en esta incrédula sociedad que nos ha tocado vivir incluso se llegue a tomar a broma la intervención del Espíritu Santo, suele ser que a cada tiempo el Paráclito consuela a los fieles católicos con aquel sucesor de Pedro que la Iglesia necesita y los acontecimientos demandan. Como siempre ocurrió. Como cuando Juan XXIII.
Por eso, después de un período de convulsiones y escándalos especialmente mediáticos, de ciertas tensiones en la llamada Curia Vaticana que a la postre es la que detenta el gobierno de la Iglesia, parece que la figura del Papa Francisco, sus primeras declaraciones, sus primeros hechos, su trayectoria pastoral como Arzobispo de Buenos Aires, incluso para nosotros el que después de siglos sea un Sumo Pontifice que piensa en español, es motivo para despertar la esperanza, la ilusión y la alegría...
Recemos por el, quienes somos creyentes y pidamos a los que no lo son respeto por su persona y por lo que significa.
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