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Lo que nos gusta en España eso de saltarnos la norma, presumir de ser importantes, ejercer de autoridad y si es posible con tal actitud, obtener ventajas o privilegios que otros ciudadanos no tienen, para que se fastidien, que para eso uno es más listo y, además, supo decir lo de "usted no sabe con quién está hablando" en el momento justo y oportuno...
Y es que aquí -como diría el castizo- "el que no corre, vuela" y somos muy dados a ignorar la norma, siempre y cuando ello nos permita tomar un atajo que los demás no podrán seguir, sobre todo si quién así procede se ampara en los supuestos privilegios que, al parecer, otorga el haber ejercido algún cargo, incluso un "carguillo", que el tamaño del puesto no importa cuando de obtener ciertas ventajas se trata.
Por eso, entre nosotros, todo un vicepresidente de gobierno - Alfonso Guerra, por más señas - se permite utilizar un avión oficial para saltarse a la torera - nunca mejor dicho - la cola de la aduana de Ayamonte para poder llegar a tiempo a una corrida en la Maestranza sevillana o todo un ex-ministro del Interior -Corcuera, el de la patada en la puerta, ¿recuerdan?- quiere llegar en su vehículo oficial al real de la feria en la ciudad de la Giralda, ignorando la prohibición existente...
Vamos que nos chifla poder transgredir la norma y presumir de lo importante que sigue siendo uno, aunque nunca llegara a serlo.
¿O no?
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