Recurso reiteradamente utilizado en todas las convocatorias electorales, por unos y otros, es el del miedo a lo que puede venir. Por eso, una vez y otra, claman las izquierdas que viene la derecha, como representación de todos los males, para atraerse a esa porción del electorado que asocia las opciones conservadoras con la explotación, el caciquismo, la marginación de los trabajadores o la falta de libertad y desde el otro lado del espectro, la referida derecha alerta que pueden gobernar las izquierdas, aludiendo a esos pactos post electorales de los que nada se dice antes, la decadencia de la economía, el paro, o el empeño en colectivizar cuanto les salga al paso...
Eso fué antes así y así es también ahora, por lo que el discurso, a un lado y otro del esquema ideológico, es el de tu más que yo por si acaso aquellos a quienes van destinados los mensajes lo asumen como propio y, finalmente, acuden a las urnas con el voto cautivo y dan la victoria a la opción que yo represento, sin ni siquiera mirar el programa electoral - si es que acaso existe - sin reflexionar sobre la gestión realizada por quienes han detentado el poder, sin valorar ponderadamente que es lo que se esconde tras las proclamas mitineras de cada uno de los candidatos.
Y es que una verdadera democracia no lo es hasta que el ciudadano, el elector, no destierra los miedos que otros tratan de inculcarle y tras someter, con rigor, sus preferencias sociales, ideológicas y económicas, analizar la realidad que le circunda y pensar racionalmente que es lo que mas conviene a la sociedad en la que vive, toma su papeleta y la deposita en la urna que le aguarda en su Colegio electoral...
Vamos, que los miedos no deben condicionarnos.
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