Una sociedad democrática y libre, auténticamente libre, no puede admitir bajo ningún concepto ni por cualquier circunstancia que el insulto se instale en ella como arma dialéctica en el noble ejercicio de la política, ni mucho menos que para manifestar opiniones de las mas variadas ideologías se tolere el empleo de la descalificación soez contra alguien con el inadmisible argumento del ejercicio de la libertad de expresión que en modo alguno ampara la utilización de la ofensa contra los adversarios ni contra nadie...
Pero, por desgracia, eso es lo que está sucediendo cada vez mas en España en el debate político y nuestra sociedad parece ya admitir como algo normal que los de un partido pongan a caer de un burro a los que piensan de distinta manera y que, dilucidado el asunto ante los Tribunales el resultado final sea en la inmensa mayoría de los casos el de que la mencionada libertad de expresión ampara las conductas que para la gran mayoría de los ciudadanos no son otra cosa que una clara manifestación de poca educación, de falta de mejores argumentos para rebatir los del oponente y, en definitiva, de desconsideración contra quién es objeto del insulto.
Y sería necesario que desde las propias formaciones políticas se advirtiera a sus militantes que esta práctica es rechazada, por inadecuada e impropia y por dejar en muy mal lugar, no solo a quién la utiliza sino también al Partido al que pertenece e incluso que conductas reprobables de este tipo, lamentablemente tan habituales hoy día, fueran sancionadas con rigor aunque esto pueda sonar a utópico ya que desde los organismos partidarios suele alentarse precisamente todo lo contrario...
Así está la política española en la que los insultos siguen saliendo gratis...
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